Antes de empezar, antes de que os cuente un montón de cosas que es probable que a muchos ni os interesen, antes de que os explique buena parte de lo que siento y llevo sintiendo durante meses; antes de todo eso, quiero dejar claro algo y, aunque probablemente vaya a repetirlo varias veces a lo largo de este texto, quisiera deciros que yo soy músico.
Soy músico porque así lo he querido desde que tengo uso de razón. Porque mis padres desde siempre me han apoyado en esa decisión. Porque todos los momentos de mi vida, tanto los buenos, como los malos, hasta los indiferentes, han ido siempre acompañados de la música. Pero sobre todo y por encima de todas estas cosas, soy músico porque he trabajado mucho y he dedicado mi vida a prepararme para llegar a serlo y para poder ser un profesional de la música como lo soy ahora…o por lo menos, como lo era hasta que una pandemia ha cambiado el rumbo de la humanidad.
Desde que todo esto empezó, muchos profesionales de la música (como yo…que soy músico), han venido reclamando a las administraciones, a los distintos gobiernos, o a quien fuera necesario y alrededor de todo el mundo, que no se olviden de que la música, para nosotros, no es un entretenimiento, un hobby, o algo que podamos dejar para más adelante, o cuando todo esto mejore. Para todas esas personas, la música es su sustento, su medio de vida, lo que le da de comer a ellos y a sus familias, lo que le permite pagar sus impuestos y, además de eso, lo que les hace felices, tanto a ellos, como a toda la gente que disfruta del trabajo de los que viven de ella, entre los que me incluyo, ya que yo soy músico.
Durante todos estos meses no he dejado de escuchar y leer verdaderas atrocidades y verdaderas estupideces salidas de personas que no puede llamársele de otra manera que imbéciles. Cuando los músicos, como muchos otros profesionales de otros sectores, reclamábamos nuestro derecho de, o bien poder trabajar, o bien, ante la imposibilidad de hacerlo, que se nos dé un sustento, una manera de poder seguir viviendo, aunque sea menos felices, por lo menos sin las neveras vacías; la respuesta de muchos de estos licenciados de sofá y palillo en la boca era “búscate un trabajo” o “ponte a trabajar”. Amigos, yo tengo un trabajo. Yo tengo una profesión. Yo soy músico. Pero no porque yo lo diga. Pueden preguntarle a los vecinos de mi barrio de Allariz cuando con ocho, nueve, diez años, le “amenizaba” los días tocando el piano. Pueden preguntarle a mis compañeros de piso de Santiago a los que le daba la tabarra tocando el piano o la guitarra. Pueden preguntarle a mis hijos, a los que no puedo atender cuando tengo que preparar el siguiente ensayo, o cuando llega el verano y paso tres meses casi sin verlos. También pueden preguntarle a mi mujer cada vez que le digo que estoy pensando en comprarme otro instrumento o algún otro cacharro que va a ayudarme a mejorar en mi trabajo.
Casi a diario se habla de la hostelería. Esta pandemia se está cebando especialmente con los hosteleros y por ello me solidarizo con todos ellos. En eso estamos casi igual, aunque nuestro contador esté completamente a cero desde hace casi un año. La diferencia es que ellos han tenido la suerte de que nadie les haya dicho que se busquen un trabajo. Nadie le ha dicho a los hosteleros que cierren sus bares y se vayan a doblar el lomo a la obra, o a recoger fresas a Huelva. Nadie les ha dicho que en algún momento tendrán que dejar de hacer el vago y ponerse a trabajar. Nadie les ha dicho que tendrían que haber estudiado y hoy no tendrían que estar llorando y mendigando las sobras en forma de ayudas de la administración. Tampoco se lo han dicho a los sanitarios en el pasado cuando se movilizaron para protestar por unas condiciones laborales dignas. “Oye tú, enfermero, déjate de tanto lloriquear y ponte a currar. Tengo una hectárea de uvas que vendimiar”. “Oiga, doctora, ya está bien de pedir. Búsquese un trabajo. Mire, en aquel portal necesitan alguien que les friegue las escaleras. O sino haber estudiado”. Tampoco se lo dicen a Alejandro Sanz, a Carlos Goñi, Manolo García o cualquiera de sus artistas favoritos de los que se ponen sus discos, pero que también se han reivindicado pidiendo una solución para el mundo de la música en directo.
Para finalizar me dirijo directamente a ti, querido amigo imbécil. No sé cuál es tu nivel de formación académica y realmente no me importa, ya que un profesional es muchísimo más que uno, o una docena de títulos. Lo que sí te digo es que yo llevo desde los seis años formándome y estudiando música en escuelas municipales, conservatorios profesionales, escuelas privadas y con profesores particulares. Además de eso, llevo desde los quince años (veinte años atrás, nada menos) subiéndome a muchos y muy diversos escenarios de toda España y parte de Europa y, al igual que yo, hay muchísimos compañeros, ya sean músicos, cantantes, técnicos de sonido o de montaje que, en algunos casos tienen muchísima más formación que yo, en otros menos, pero lo que sí tienen son muchos años de experiencia en su espalda que los ha hecho llegar a ser grandes profesionales de la música y les ha permitido alimentar a sus familias y subsistir hasta ahora. Por todo ello, te pido que nunca más vuelvas a hacer alarde de tu estupidez y dejar tan en evidencia tu ignorancia diciéndonos que nos busquemos un trabajo. Ya tenemos un trabajo y ya tenemos una profesión. Yo soy músico.
Fotografía:
Edward Eyer
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