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Foto del escritorAndrés Gaos Feijóo

Crónica de un Asesinato Anunciado



Sin duda tiene que ser todo producto de un absurdo cúmulo de despropósitos desafortunados porque si no, tendremos que acabar admitiendo una auténtica Gran Conspiración para liquidar de un plumazo y de manera definitiva, a todo un sector laboral.


Se nos antoja absurda esta última entelequia, por cuanto no llegamos a comprender quién podría estar detrás de semejante pretensión y con qué motivaciones. Más bien nos inclinamos a pensar que es todo producto del mismo grado de ignorancia y desconocimiento que siempre ha rodeado al mundo del espectáculo, desde el punto de vista del neófito y del desinformado.


Desde el momento en el que de manera reiterada, cuando te preguntan a qué te dedicas y respondes “soy músico” y como respuesta te devuelven la pregunta “ya; pero ¿en qué trabajas?”, dejan claro cuál es el concepto que tienen de tu “trabajo”


Si estás entre este grupo de personas, me vas a permitir que te saque de dudas y despeje tu desconocimiento, llenándolo de información fiable, acreditada y de primera mano.


Un músico tiene un período de formación (en cualquier Conservatorio, escuela de música, universidad...) desde el primer curso de Enseñanza Elemental hasta superar los Grados Superiores y su último año de carrera, puede llegar a los 14 años de preparación continua. Y obsérvese que todo el proceso de estudio y formación sucede en catedrales de la Cultura y del conocimiento; porque aún hay quien duda sobre si lo que posteriormente hace un músico formado en estos centros y empapándose de sus conocimientos, es Cultura o no.


Un músico no sólo se forma haciendo una nada desdeñable inversión en profesores, libros, partituras, etc, durante todos esos años y posteriores (masters, seminarios, especialidades...); también ha de autofinanciarse su propio instrumento y todos los complementos que puedan ser necesarios para su uso (fundas, estuches de viaje, amplificadores, controladores, pedaleras, etc; conforme al tipo de instrumento que hayan elegido) con un monto total final, en absoluto nada despreciable. A todas luces es una inversión muy a largo plazo y sin garantías plenas de lograr amortizarla; si no que pregunten a muchos papás frustrados por el abandono de unos hijos agotados por el esfuerzo o desencantados por una enseñanza a menudo cuestionable o cualquier otra razón imprevista.


Hasta aquí creo probada la profesionalidad e indiscutible esfuerzo de cualquier músico que culmine su carrera, nada que envidiar a cualquier otra profesión, carrera o especialidad.


Pero no acaba aquí todo. El músico tiene una “condena” de por vida. Nunca podrá abandonar la práctica de su instrumento, bajo pena de perder toda la habilidad adquirida durante tantos años de preparación y esfuerzo. Dicho de otro modo; ha de continuar estudiando y practicando indefinidamente, hasta el fin de sus días, a menos que quiera reducir sus cualidades a las de un músico malo o mediocre. Como en “casi” cualquier otro trabajo o profesión (modo irónico).


Y una vez comprendida la profesión de músico, entramos en el ámbito laboral del mismo. Porque una profesión se cursa para ejercerla. O al menos, los músicos, después de semejante esfuerzo, tenemos la descabellada pretensión de vivir del fruto de nuestro esfuerzo y trabajo, como cualquier otro honrado trabajador de cualquier otra especialidad igualmente digna.


Pero los músicos, para nuestra desgracia, no sólo arrastramos la anteriormente mencionada condena por la eternidad. También nos cruzamos en nuestras vidas, con toda una pléyade de artistas más o menos capacitados de manera natural y con más o menos preparación que en un mundo culto y respetuoso, bien formado y con el conocimiento adecuado, no supondrían ningún problema, sino más bien todo lo contrario, participarían enriqueciendo la música y la cultura en general y ocupando dignamente su espacio; el del aficionado. Sin interferir en el ámbito profesional. Y por “aficionados” entiéndase el término, lejos de pretender ser ofensivo, como que simplemente viene a definir a todos aquellos que sin afán de profundizar más de lo estrictamente necesario en el estudio y la práctica de sus instrumentos, no aspiran a vivir de la profesión de músicos y no se preocupan por obtener ninguna graduación ni conocimiento reglado. En su mayoría lo toman como un digno y saludable hobbie o pasatiempo.


Lo malo surge cuando empresarios sin escrúpulos recurren a estos aficionados, que en su inmensa mayoría ejercen otras profesiones ajenas a la música y al espectáculo, como medio de vida, para sustituir a los profesionales y esquivar las obligaciones que marca la legislación para la contratación en los espectáculos y en el ejercicio de la Cultura en general y además conseguir unos precios irrisorios, cuando no incluso mano de obra gratuita, creando una insostenible situación de competencia desleal, que daña enormemente el tejido laboral del espectáculo.


En cualquier otra profesión una situación semejante se nos antojaría un disparate. ¿Un aficionado a la cirugía operando en un quirófano? ¿Un aficionado a la arquitectura ejerciendo de arquitecto, levantando puentes y edificios? Ya sin ser tan drástico y sin entrar en trabajos de incuestionable responsabilidad, ¿imaginamos a un aficionado al tenis compitiendo entre profesionales en un Roland Garros? ¿Se lo tolerarían?


Ya no vamos a entrar en el daño que hace en nuestra profesión el tratamiento que los medios de comunicación dan al espectáculo en general y de un modo muy especial a la música; porque los bailarines no pueden bailar en playback, pero cualquier lerdo puede “agarrar” de cualquier manera un instrumento y simular que lo toca. Tal es el grado de ignorancia y desconocimiento de la mayoría del público. Situación que especialmente las televisiones aprovechan sin el más mínimo pudor, en aras de una supuesta rentabilidad de tiempo y recursos. ¿Qué importa que lo que se ofrece sea un producto final fraudulento, si el público no lo percibe y en consecuencia no protesta?


Y ahora llega el momento culmen que precede al golpe definitivo. A ese Asesinato Anunciado de todo un sector laboral, del que se valen miles de familias para vivir con dignidad. Y esta es su Crónica.


Se inicia con el Estado de Alarma originado por la epidemia del Covid-19 y llega a nuestros días en las formas más diversas de atentado al artículo 35 de la Constitución Española, con las prohibiciones más abyectas imaginables contra el derecho al trabajo de cualquier español, descrito en el citado artículo, desde los cargos de responsabilidad más diversos en los diferentes estamentos. Llegando a prohibir tajantemente las verbenas, independientemente de que se cumplan a rajatabla hasta los protocolos más estrictos, como no hay en ningún otro sector. Y llegando incluso a prohibir directa y taxativamente la contratación de “dúos ou calquera outra formación musical” (extraído literalmente del Bando de la alcaldía de Ponteceso del día 13 de julio del presente año); proliferando este concepto de manera creciente en muchos de los ayuntamientos de Galicia y Asturias.


Y vaya por delante que hemos sido el primer sector laboral en caer fulminantemente a partir del Estado de Alarma; que desde entonces y hasta las muy recientes “6 pruebas piloto”, no se nos ha permitido trabajar ni en una sola ocasión. Cero ingresos en un año y cuatro meses. Y cada vez se evidencia más, que seremos el último sector en salir de esta crisis; si logramos subsistir y si nos lo permiten.


Lo más grave es que esta precariedad inducida, impuesta a las orquestas, afecta y arrastra con ellas a todo el entramado de empresas relacionadas directamente con su actividad (atracciones de feria, hostelería, empresas distribuidoras de bebidas, empresas locales como cafeterías, restaurantes, carnicerías, pescaderías y un interminable etc de empresas más), con el consiguiente incalculable e incuestionable perjuicio tremendo para el turismo, motor vital en la economía de nuestro país.


Las orquestas y los profesionales del sector, por supuesto que en ningún momento pretendemos poner en riesgo la salud de nadie y muchísimo menos ninguna vida humana. Nuestra prioridad siempre ha sido y lo seguirá siendo, el bienestar de nuestro público.


No obstante, entendemos que con unos protocolos claramente anclados en el inicio de la pandemia, mientras las vacunaciones van incluso por encima del ritmo previsto, especialmente en Asturias y Galicia, que ahora se abra una caza de brujas contra nosotros, por el enorme error de asociarnos con el “ocio nocturno”, cuando a nuestro sector no se le puede acusar de haber causado ni un solo positivo, ni estar tras ningún contagio, simplemente porque ha estado totalmente inactivo, es cuando mínimo una exageración y un despropósito.


Se ven imágenes de macrobotellones, donde no interviene ni de manera pasiva orquesta alguna y ya sale el locutor o enterado de turno hablando de que si las verbenas. Incluso un “eminente” médico, jefe de urgencias del CHUO, tuvo el atrevimiento de dar un titular a La Voz de Galicia diciendo «No sé si queremos verbenas o niños en la uci por covid» ¿en base a qué acontecimientos contrastados, tiene la desfachatez de decir una barbaridad semejante? Y sin meditar ni un sólo minuto, sobre las catastróficas consecuencias que para todo un sector laboral puedan tener unas aberrantes declaraciones semejantes.


Todo lo que actúe contra las iniciativas de la Comisiones de Fiestas, promoviendo el miedo más allá de lo racional y justificado, dificultando hasta lo absurdo y lo imposible las labores de gestión de sus fiestas a estas comisiones, planteando incluso prohibiciones a la contratación y al trabajo, nos parece algo clarísimamente desproporcionado.


Tanto trabajadores como empresarios de la verbena, como sin duda las empresas relacionadas con ella, estamos dispuestos a renegociar cualquier planteamiento en vía de la coherencia y la sensatez, que nos lleve de camino a la reanudación de nuestras actividades, por supuesto sin abandonar todas las precauciones necesarias ante la situación de pandemia y sus diferentes fases, pero disponiendo unos protocolos flexibles, que nos permitan ir adecuándonos a estas fases según se modifiquen. Los Certificados Digitales Covid, son ya una realidad en España y que todos debemos valorar y cuyo uso adecuado, pueden suponer una enorme mejora de nuestras condiciones de vida y facilitar a las Comisiones de Fiestas, unas vías de gestión mucho más manejables y no por ello menos eficaces.

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