Os voy a contar algo. Llevo desde el año 2009 trabajando en la verbena en Galicia. Como muchos de vosotros/as ya sabéis, soy nacida y criada en Madrid. La mayor parte de mi vida laboral he tenido la suerte de trabajar con personas (y recalco, personas) con valores férreos, con principios de sacrificio, profesionalidad, esfuerzo, entre otros. Me encantaba escuchar a los más veteranos contarme episodios como, por ejemplo, coincidir con otra orquesta y compartir escenario porque así lo decidíais entre todos/as, entre risas. Es más, llegar al campo de la fiesta y estar todos juntos sentados tomando un café o una cerveza.
Esos tiempos en los que la apariencia era lo que menos importaba.
Yo misma tuve la suerte de vivir durante mi primer año de trabajo profesional como cantante en la desaparecida orquesta Nueva Moda varios encuentros con los compañeros/as de la Orquesta Ledicia de esa temporada. Cafés después de los ensayos o charlas en las pocas fiestas en las que coincidimos son los recuerdos que afloran por mi mente.
Y me pregunto, ¿en qué momento cambió tanto eso? ¿En qué momento la apariencia se posicionó por delante de la humildad? ¿En qué momento nos dejamos ir?
Pero... ¿Te cuento un secreto? En Marzo de 2020 una pandemia nos demostró que los nombres sólo son letras escritas en un papel, que no nos conocemos personalmente, que hoy trabajamos aquí y mañana igual lo tenemos que dejar todo, que lo que siempre va a perdurar es la esencia y que, si quieres ser recordado/a, mejor casi que sea por tu buen hacer y por lo bueno que hayas podido aportar durante tu paso por la vida.
Pero algo positivo quiero sacar de todo esto, como lección. Seas quien seas, trabajes donde trabajes, en el puesto que sea y con las condiciones que sean, ahora mismo es el momento de actuar. Dejar de ser pastillas de jabón, permitiendo que nos resbale todo, y tomar las riendas de nuestras vidas.
Así que quiero plantearte algunas cuestiones:
- ¿Crees que estamos unidos/as como profesionales?
- Desde tu posición, ¿estás haciendo algo para mejorar tu situación?
Mi respuesta a la primera cuestión es que NO. Sabemos que, en el momento de exigir nuestros derechos, preferimos que el vecino se rompa los cuernos y, si salimos beneficiados/as, es algo maravilloso. Pero cuando eso no sucede, se nos llena la boca juzgando y criticando su manera de proceder mencionando el típico "Esto lo habría hecho yo mucho mejor". Lo cual me lleva a responder a la segunda cuestión.
Desde mi punto de vista, para mejorar la situación desde mis posibilidades, procuro apoyar la labor de compañeros/as que, aunque no tengamos ni la más mínima afinidad, están empleando su tiempo, sus recursos y sus ideas en beneficio de un sector cada vez más castigado como el nuestro. ¿Y cómo lo hago? Rellenando una simple encuesta, afiliándome a su asociación, dando "me gusta" a sus publicaciones en las Redes Sociales o, incluso, compartiéndolas; creyendo en que el cambio que tanto anhelamos, con su trabajo, sea posible. Porque al final no sólo pelean por sus derechos, sino por un bien común. Sin razas, sin géneros, sin cargos ni puestos profesionales. Sino, más bien, como un grupo cohesionado de personas que trabajan en un mismo sector.
Y, me reitero, TRABAJADORES, única y exclusivamente.
No sé lo que me deparará el futuro en cuestiones laborales, pero lo que te aseguro es que, pase lo que pase, tanto por mí como por mis compañeros/as, voy a sumar mi granito de arena para que el apoyo se sienta en todas las iniciativas que deban llevarse a cabo para mi bienestar y el de los demás.
¿Nos unimos? Te leo.
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